martes, 26 de mayo de 2009

CUENTOS ARGENTINOS DE ADRIANA BALLESTEROS


Adriana Ballesteros es una escritora argentina, autora de muchos libros de cuentos para niños, y también por medio de la lista de Babar nos envió unos cuentos para nuestro proyecto: "El reino sucio y Viceversa", "Sin lurias, sapos ni dragones" y "A pilas", todos con temas ecológicos, nos gustaron e hicieron reflexionar sobre lo que hacen los protagonistas, y entre los compañeros elegimos para publicar el tercero, porque se relaciona con lo que hemos investigado que es la basura electrónica. Gracias Adriana por compartirnos estas historias, sigue escribiendo para todos los niños del mundo.

"A PILAS"

Duz, el pequeño delfín del gran mar, vio un tubito flotando entre las olas. Duz que era (como todos los delfines) muy inteligente supo de inmediato tres cosas: eso no era un pez, eso no era una planta, y "eso" no era bueno.
Llamó a su mamá–Déjalo –dijo la mamá delfina, –la corriente se lo llevará. Sólo espero que no vengan más tubitos como ese por aquí.
Pero esta historia, (que no termina así) no comienza acá sino en la habitación de Nina y Nicolás…El león de felpa fue el primero en verlo: –Es gris, grande y tiene casco –anunció.
–¡Gris, grande y con casco!… ¡uf, otro guerrero! –resopló el oso.
–¡Qué tienes contra los guerreros!– se enojó Max el luchador.
–Chist no peleen – los calmó la danzarina– recibamos como corresponde al nuevo.Nina entró corriendo, colocó al "nuevo" (que estaba brillante y reluciente, como todos los recién llegados) en el piso y le tocó un botón.
De inmediato el cuarto se llenó de un ruido agudo, chirriante en clave de fa–Nina ven un minuto – se escuchó la voz de Laura, su mamá.
La niña se dio media vuelta y dejó al nuevo con su redoble incesante.–¿Cómo te llamas? –le preguntó a los gritos la danzarina–UUUUUU –fue la monótona y ensordecedora respuesta–¿UUUU? Que nombre extraño – se asombró el perro de paño lenci
–¿Que te sorprende? Tú te llamas Grrr
De pronto Nico entró como una tromba. –¡Nina! – gritó– ¡No lo vuelvas a tocar! –Y apretó el botón del juguete antes de marcharse.
El ruido cesó de inmediato –Al fin – suspiraron todos.
Al fin – suspiró el nuevo– no soy UUU, aun no tengo nombre.
–No te preocupes, pronto te van a elegir uno, yo soy la Doñaneja– se presentó la coneja de felpa.
En ese momento llegó Nina en puntas de pie y con los bolsillos llenos de cucharitas. Miró hacia los costados, tomó al juguete (pero para alivio de todos, no lo encendió) le presentó a las cucharitas y comenzó a jugar.
Y esa tarde el nuevo fue nave, fue gigante y fue robot. Las cucharitas fueron duendes, fueron hadas y princesas con flores de alelí.Y cuando el nuevo invitó a Doñaneja a bailar se oyó el sonido de la llave sobre la puerta.
Nina, dejó al muñeco como lo había encontrado, guardó las cucharitas en el cajón de los juguetes y corrió a saludar a su papá.
–No habrás tocado mi robot –dijo Nico a modo de saludo.
–No. – mintió la niña–No encuentro las cucharitas – comentó la mamá ¿Dónde las habré puesto?Mientras tanto Nico y el papa se pusieron a jugar con el nuevo robot. Este anduvo un buen rato al compás de su chirrido por el comedor cuando de pronto se quedó quieto, inmóvil –¿qué pasa?–Nada. Simplemente se le terminaron las pilas, mañana te traigo otras – dijo el papa y arrojó las viejas pilas a la basura.
Esa noche los basureros dejaron las bolsas en el basural. Esa madrugada se largó a llover y la lluvia arrastró las pilas al lago, la corriente las llevó río y finalmente llegaron al mar.
Esa mañana en el cuarto, Nina, el robot ya con nombre (Bonzo) pero sin pilas, el oso y las cucharitas inventaron muchos juegos.
Bonzo fue camión, fue nave, fue príncipe y dragón, las cucharitas fueron viajeras y fueron bailarinas y fueron amigas del robot.
Esa tarde el papa llegó con Nico de la escuela y una novedad: traía una cajita con pilas dentro –Son recargables –explicó. –cuando se gastan se recargan y se vuelven a poner.
Resultaron muy útiles para la radio, porque Bonzo no se las quiso colocar. Nico lo entendió y jugó con él a que eran guerreros imbatibles, corsarios de metal y robots.
Esa noche comieron el flan con cucharas de sopa– No encuentro las cucharitas por ningún lado –explicó la mamaY Nina (que recordaba donde estaban) no dijo nada porque sabía que ellas querían ser hadas, querían ser duendes y querían jugar.

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